miércoles, 7 de diciembre de 2011

Ojo por ojo


Tras una vida dedicada única y exclusivamente a sí mismo, al desenfreno, a la lujuria, a las drogas  y al disfrute personal en general, en la que no consideró al prójimo lo más mínimo,  Ronnie, decidió que no podía abandonar este mundo sin realizar una buena acción. Una buena obra  que le redimiera de sus pecados. En un acto de generosidad sin precedentes en su vida, resolvió, una vez falleciera, donar todos sus órganos a la ciencia.  De este modo creía compensar de alguna manera todos los hechos cargados de egoísmo que habían inundado su vida y así irse al otro barrio tranquilo y despreocupado. ¡Siempre igual Ronnie!

El cardenal Ángelo Benedetti  era profesor de antropología teológica en el instituto Juan Pablo II de Roma (Ciudad del Vaticano). Su vida estaba completamente dedicada a dar a conocer el plan de Dios sobre el matrimonio y la familia y su proyección en la vida y la sociedad. Pero fue en el año 1999 cuando se le diagnosticó una grave enfermedad ocular que poco a poco lo precipitaría a la invidencia total, lo cual, mermó notablemente sus funciones dentro del instituto. Los médicos consultados por Benedetti no creían que su problema tuviese solución, así que la resignación parecía ser la única salida.
Un buen día Benedetti escuchó en un programa de radio matinal que en la universidad de la ciudad de El Hoyo se estaban realizando trasplantes completos de ojos con gran éxito. Sin dudarlo un segundo se puso en contacto con el dr. Dowab, director de dicha universidad, y viajó lo antes posible a aquella desconocida ciudad para ser intervenido. Un atisbo de esperanza parecía asomarse en la vida del cardenal. Si todo salía bien pronto podría llevar una vida normal y volver a dar clase, y si no era así, ya no había nada que perder.

La operación duró cuatro horas y media siendo los resultados inmejorables según el equipo técnico del hospital. Durante varias semanas Benedetti no pudo comprobar el éxito de la operación a causa de los vendajes que debía de llevar, pero pronto podría verificarlo. Y así fue.
Sor Socorro quitaba con gran cuidado el apósito cuando la cara del cardenal se iluminó. Un rayo de luz se colaba tras el vendaje evidenciando que todo había salido bien. Benedetti lloró durante horas de la emoción y no se cansó de dar gracias a Dios y al dr. Dowab por haberles devuelto la vista.
Todo parecía trascurrir de un modo normal de nuevo. El cardenal recuperó el 100% de su visión y, en cuanto le fue posible,  retomó las clases en el instituto Juan Pablo II.
Una mañana de abril, durante una de sus clases, dos meses después de la intervención, Benedetti percibió algo extraño. Unas pequeñas amebas de colores irrumpieron en su campo de visión durante unos segundos. El cardenal atribuyó a un efecto óptico dicha percepción sin darle más importancia, pero cada vez estas alucinaciones fueron más habituales y exageradas. Por momentos parecía estar inmerso en una suerte de noria caleidoscópica sin fin y sus pensamientos parecían estar dirigidos por el mismísimo Satanás. En alguna de sus clases creyó ver orgías homosexuales así como furcias del diablo tentándole con armas lascivas. Por las noches los sonidos de la calle se tornaban en una especie de música ensordecedora llamada rock and roll. El frenazo de un coche se convertía en una ola eléctrica a lo Dick Dale, el bullicio de la calle se convertía poco a poco en el soul de Solomon Burke y sus plegarias y suplicas al señor, sin saber cómo, sonaban a los Cramps.
“Si no te gusta lo que ves arráncate los ojos” recordó Benedetti. ¡Ahí estaba el principio de sus males! Aquellos ojos debían de haber pertenecido a un ser diabólico cuya vida de pecado había dejado en sus órganos restos del exceso  que ahora el cardenal estaba pagando. Eso debía hacer Benedetti, arrancarse los ojos. Y así lo hizo. En un momento de lisergia incontrolada hundió un cúter bajo las cuencas y extirpó el mal que se había instalado en él provocando que la sangre no dejara de emanar a borbotones desangrándose hasta la muerte.

¡Ronnie! ¡no haces el bien ni queriendo!