martes, 15 de noviembre de 2011

Al comienzo del peligro

A los catorce años, Ronnie y Zarpas (en aquella época todavía era conocido como José Antonio), comenzaron a interesarse por el rock and roll. Lo hicieron  después de ver en casa de los padres de su amigo “el Canadiense” un viejo video BETA que contenía una endemoniada actuación de Jimi Hendrix. Jamás habían visto nada igual, de hecho no se podían ni imaginar que existiera un mundo más allá de su monopatín y su balón, y menos tan salvaje y excitante. ¡Vaya si lo había! No tardaron mucho en convencer a sus padres de que la música lo era todo para ellos y que no serían capaces de vivir por mucho más tiempo sin una guitarra eléctrica. Zarpas, cómo era más conservador y más vago, se decantó por el bajo, ya que pensó  que con cuatro cuerdas ya tenía suficiente para empezar.

Al cabo de unos cuatro o cinco meses aquellos chirriantes y caóticos sonidos del primer día dieron paso a chirriantes y caóticos sonidos que comenzaban a parecerse a alguna canción. Sobre todo cuando antes te ponían sobre aviso de cuál era el tema en cuestión. A los ocho meses reclutaron a una amiga del barrio, Natalia Fender (una chica muy guapa que tenía una guitarra fender. Estos eran motivos más que suficientes para incluirla en el grupo, aunque de batería, por supuesto) y formaron su primera banda: Godfathers of Pleasure. Un nombre con pegada es lo que necesita una buena banda con actitud, y Ronnie, Zarpas y Natalia de eso iban sobrados.

Dos meses después, viendo que ya estaban preparados para dar el gran salto al estrellato decidieron que lo que les hacía falta era un manager. Necesitaban a alguien solvente, con carácter, capaz y con iniciativa, que supiera desenvolverse bien dentro de la burocracia del rock. Y no había nadie mejor en el Hoyo que Montoto, el hermano mayor de Zarpas. Montoto era conocido y respetado en toda la ciudad, tenía solvencia económica (ya que su negocio de venta de hachís iba viento en popa) y sabía quién era Brian Jones.  Él era la persona ideal, no había duda.

Tras su primera reunión sacaron varias cosas en claro: no había que parecer peligrosos, había que serlo. El público no quiere a impostores, quiere a gente peligrosa de verdad que viva al límite lejos de lo convencional. A los dos días Zarpas se convirtió en un fumador empedernido, Ronnie en un bebedor de Jack Daniel’s nato y Natalia… bueno, ella estaba muy ocupada estudiando. Sólo era rockera de fin de semana. Pero, ¡qué coño! ¡tenía una Fender! 
Montoto, cual Kim Fowley, les dijo que debían de actuar en menos de un mes ya que, según él, aquel era el momento propicio para dar la campanada. No había tiempo que perder. Había que buscar un local donde hacer la presentación. Tras recorrer todos los locales de la ciudad con la grabación de uno de sus ensayos y no conseguir apoyo ninguno, los Godfathers of Pleasure se vinieron abajo.  Pero es en estos momentos donde se aprecian  las cualidades de un verdadero manager. Porque un manager además de ser un buen comercial debe de ser psicólogo y confidente, y Montoto, lo era. Consiguió levantarles la moral diciendo que ahora ya tenían un objetivo a corto plazo, que debían demostrarle al enemigo que se habían equivocado, que ellos serían la próxima sensación y que en un futuro tendrían, incluso, que invitarles a birras.
Tenían que ser creativos y buscar una alternativa. Tras deliberar durante el tiempo que dura un kalimotxo decidieron que el sitio ideal sería el salón de la casa de los padres de Ronnie. Sería algo así como el concierto de The Beatles en la azotea. Algo innovador, rompedor y trasgresor. Algo de lo que se hablara durante años. Teniendo en cuenta  que  los padres de Ronnie vivían en un segundo piso de un céntrico piso de El Hoyo, la cosa sí que parecía tener una gran carga de peligro y trasgresión. Sin duda se hablaría del tema.
El sábado ocho de julio fue el día señalado para llevar a cabo el evento ya que los padres de Ronnie se encontrarían, muy probablemente, pasando el día en la playa. Hicieron gran cantidad de posters y flyers aprovechando que la madre de Natalia trabajaba en una copistería, y empapelaron la ciudad.  Se lo pasaron en grande haciéndolo ya que por cada quince carteles que colocaban se bebían ocho cervezas y se fumaban veinte pitillos. ¡Eso era rock del bueno!

Ya había llegado el día y todo parecía marchar sobre lo previsto. Eran las cuatro de la tarde cuando Zarpas, Natalia y Ronnie se encontraban haciendo sitio en el salón para poder montar todo el equipo. De repente alguien llamó al telefonillo. Era Montoto con algo de gente. Cuando este atravesó la puerta del recibidor no parecía ser poseedor de muy buenas noticias. “Chavales, tenemos un problema” dijo.  En los carteles no aparecía correctamente la fecha (algo que años más tarde se darían cuenta que pasa muy a menudo) y no había expectativas de que fuera a haber un sold out. De nuevo los Godfathers of Pleasure se desmoronaron. La rabia y la impotencia se apoderaron de ellos y empezaron a echarse la culpa los unos a los otros. Gracias a Dios Montoto se encontraba allí con sus chavales y volvió a ejercer de manager-psicólogo-niñera consiguiendo, no sé cómo, hacer de aquella fatalidad un buen comienzo. ¡La vida es bella!

Eran las seis de la tarde cuando todo estaba dispuesto para dar comienzo el espectáculo. Los Godfather of Pleasure se encontraban ante doce personas pero como si se tratase de doce mil. Ellos se presentaban ante el mundo y eso era lo importante. En vivo y en directo desde el segundo piso del número ochenta y cuatro de la calle Teodoro Lupi, desde el Hoyo para el mundo, con todos ustedes Godfathers of pleasure!!.

La banda salió al salón del piso sin dejar pasar ningún detalle por alto. Las vestimentas recordaban a unos primeros New York Dolls, las poses a Kiss y los speech entre canción y canción a James Brown. El  sonido era más crudo que el más crudo de los discos editados por Crypt Records pero la energía que desprendían los muchachos parecía anunciar algo grande. Cuando apenas llevaban tocadas cuatro canciones algo interrumpió el show. Un pitido constante parecía salir de alguna parte de la casa. Era el timbre de la puerta que no dejaba de sonar. En plena excitación Ronnie paró la actuación haciendo parecer que aquello formaba parte del espectáculo, algo muy complicado pues se trataba de la vecina del primero quejándose por el ruido. Muy amablemente Ronnie le dijo que bajaría el volumen sin problema pero en cuanto cerró la puerta y se acercó al micro gritó como un energúmeno “Are you ready to fuckin’ Rock n’ roll?” y la “multitud” enloquecida comenzó a berrear. Dos temas más tarde su vecina volvió a subir, esta vez ligeramente más cabreada, pidiéndole por favor que bajara el volumen porque su hija estaba preparando un examen importantísimo de la universidad y que de aquel modo era imposible estudiar. Ronnie le rogó que lo perdonara disculpándose diciendo que con la adrenalina del directo no había podido controlarse y que en aquel mismo instante bajarían el volumen. Una vez hubo cerrado la puerta, este se bajó los pantalones y entró en el salón como una exhalación tocando el riff de Johnny be Good a lo que el público allí presente respondió con gritos y vitores.

El concierto, aunque accidentado, resultó todo un éxito. Una vez finalizado el show  Montoto y sus colegas no dejaron de felicitar a la banda y de invitarles a cervezas que habían traído para la ocasión.
Una hora después los asistentes aún seguían en el piso bebiendo, fumando y algunos follando en alguna de las habitaciones de la casa cuando de nuevo volvió a sonar el timbre. Ronnie se acercó a la puerta completamente borracho dispuesto a meterle un grito a la vecina pero cuando abrió la puerta su sorpresa fue mayúscula;  no se trataba de aquella molesta habitante del primer piso si no de un señor agente acompañado por su señor padre. Los aires de estrella del rock and roll no tardaron en convertirse en vergüenza adolescente y en miedo por la vida. Ronnie tuvo que desalojar lo más rápido posible el piso para acto seguido ir a pedirle disculpas a la vecina. Nuestro rockero no sabía dónde meterse pero supo muy bien trasformar su verborrea macarra en dulces palabras angelicales. La interpretación tampoco se le daba mal aunque en aquel momento le temblaba ligeramente la voz. Una vez pasado por aquel trámite Ronnie pensó que ya estaba todo hecho, pero se equivocaba. Su padre lo metió en el coche y arrancó hacía la playa donde se encontraba el resto de la familia, pero en un momento dado se desvió del camino dirigiéndose hacia el monte. En ese instante a Ronnie le empezaron a temblar las piernas, a caérsele las lágrimas y a ocurrírsele todo tipo de ideas maquiavélicas. Estaba perdido, pensó. Su padre había enloquecido, no había duda. Lo mataría. Cuando hubieron llegado a un descampado lo hizo bajar del coche para después mostrarle un cubo que llevaba en el maletero e indicarle los pasos a seguir para que el coche quedara reluciente. Durante las dos horas siguientes aquella primigenia estrella del rock and roll se convirtió en el lava coches más agradecido del mundo.

Bueno Ronnie, ¿quién te dice a ti que la carrera de Hendrix no empezó de peor modo? Nunca se sabe ¿no?.

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