jueves, 17 de noviembre de 2011

Run Ronnie Run

“Eres muy benévola, mi querida amiga, en pasar por alto estos dos últimos años de mi silencio y escribirme ahora de este modo. Eres más que benévola, Margarita, al preocuparte por la supuesta enfermedad mental en la que crees que estoy inmerso. Terminas la carta con el aforismo "Quienes no sienten que una grave enfermedad les aqueja están realmente enfermos" y opinas que necesito la medicina no sólo para dominar mi mal, si no más aún, para "purificar" de algún modo mi interior. Quisiera contestarte y abrirme de tal manera que pudieras comprender cuál es el estado actual de mi persona y los motivos que me han conducido a dicho estado.

Yo tenía planes, proyectos...deseaba descifrar los jeroglíficos de una sabiduría inagotable y secreta; el arte de los antiguos (Critio y Mesiotes, Fidias y Mirón, Dioscúrides de Samos o Soso de Pérgamo), de Leonardo o M. Angel, de El Bosco o Durero, de Zurbaran o Cotán, de Van Gogh o Gauguin, de Picasso o Braque...  Recuerdo que aquel proyecto se basaba en no sé qué placer espiritual y sensual. Yo deseaba sumergirme en la atmósfera de Leonardo o Velázquez, en el mundo mágico del Bosco o en la perfección de Fidias o en el primitivismo de Gauguin. Quería desaparecer en ellos, alimentarme de ellos y hablar desde ellos con el don de su lenguaje, con el don de su arte. Pensaba recoger las frases más curiosas que hubiese conseguido juntar a través del trato con los hombres y mujeres sabios de nuestro tiempo; y a ellas quería añadir hermosas sentencias y reflexiones, de los antiguos y de los italianos, y de todas las joyas intelectuales que encontrase en los libros, manuscritos o conversaciones...Estaba sumido en una especie de embriaguez, todo me parecía una gran unidad: el mundo espiritual y el mundo material (sin necesidad de demiurgo alguno), el arte y el no arte, la soledad y la compañía.

Pero como si de un plan maquiavélico se tratase pasé de la arrogancia que todo esto provocaba en mí, a un estado de pusilanimidad e impotencia dignos del mismísimo infierno. Primero el decadentismo del lenguaje, tras el cual, vano era expresarse, y más tarde la crisis de credibilidad de la imagen, pasando por el mayor atentado al arte occidental de la historia (tal vez orquestado desde fuera , y alrededor del cual se ha generado un "Muttismo" imperdonable-¿En qué estado ha quedado el arte tras el atentado? ¿en qué se ha transformado su ámbito?, ¿de qué y de quién estamos rodeados?, ¿qué será lo siguiente y quién será el siguiente?....

La fé se encuentra sobre mí como un arco iris, dispuesta a retroceder en cuanto me disponga a acercarme a él. Mi mundo físico no ha corrido distinta suerte, he perdido la capacidad de pensar o hablar sobre ninguna cosa, lo que antes era ingenio y sabiduría se ha tornado delirio y despropósito, y hasta en la conversación familiar en la cual todos los juicios solían ser seguros y locuaces han pasado a ser dudosos y asépticos. La línea más sencilla se plantea ahora cual empresa inalcanzable.

Los chillidos de la muerte, mi querida Margarita, revolotean sobre mí, el principio del fin del lenguaje, el principio del fin del arte...la muerte del artista, del comunicador.

El hecho es que el lenguaje en el que se debería escribir, pensar y crear no es el latín, el castellano o el alemán, el expresionismo o el futurismo, la escultura o la pintura, la video-creación o la instalación, el credo o el Bahabadad Ghita....  es un lenguaje del cual no conozco su código y a través del cual, algún día, en la tumba, en mi pequeña tumba, rendiré cuentas a un juez desconocido.

Y por eso mi querida Margarita no tengo tiempo que perder, lo que deseo por encima de todas las cosas es descifrar ese código mágico que volverá a religarnos con el todo.

Te agradezco de todo corazón tu preocupación y tu inquietud por mi persona. El hecho de que haya dejado de enviar obra a tu prestigiosa galería supongo que le habrá creado grandísimos contratiempos y sobresaltos. Espero hayas podido solucionarlos y sepas comprenderme y perdonarme. Trataré de alejarme de este mundo y de iniciar una nueva vida dedicada única y exclusivamente a la búsqueda de ese código mágico, por lo que os ruego, os suplico, no acudáis en mi encuentro ya que no conseguiríais más que entorpecer mi nueva misión.

                                                                                                                          Siempre tuyo:
                                                                                                                            
                                                                                                                                             Ronnie”


Tras recibir esta carta, Margarita se reafirmó en la idea de que el principal artista de su galería había enloquecido, y tras pensarlo detenidamente, decidió no tomar acciones legales contra él por no haber cumplido la parte del contrato que este tenía con su galería. Ya tenía bastante con su locura, pensaba ella. Por su parte al enviar la carta, él creyó liberarse de un mundo atormentado, agotado y sin futuro, falso, banal y cruel. La carta sería su último contacto con este y ya nada volvería a ser igual.

Ronnie se fue a vivir a las afueras de un pueblo alemán llamado Gruft. Se fue tratando de no dejar ningún rastro que posibilitara su localización, no avisando de su paradero a ningún familiar ni amigo.
 Durante años vivió cual anacoreta dedicado a sí mismo y a su comunión con la naturaleza tratando de encontrar ese lenguaje superior que le haría comunicarse con Dios. En la observación de la naturaleza encontró un gran aliado para su empresa. Todo le llamaba la atención, cualquier insignificante insecto parecía querer decirle algo. Todo formaba parte de un complejo entrelazado de signos que conformarían ese nuevo lenguaje.

Poco a poco el comportamiento de Ronnie fue enrareciéndose. Cuanto más convencido estaba de empezar a comprender ese lenguaje mágico tanto más delirantes parecían sus actos. Creyó llegar a poseer ciertos poderes curativos debido al trasvase de conocimiento que Dios estaba efectuando sobre él por medio de ese lenguaje que Ronnie creía comenzar a entender. Así un día trataba de curar a un invidente del pueblo con friegas de kétchup y pimienta en los ojos u otro realizaba tratamientos de fertilidad con hoola hoops.

En Gruft no tardó en correr el rumor de que un estrafalario y enloquecido personaje vivía en las montañas, lo que hizo que gran cantidad de adolescentes se acercaran para comprobar en directo las peripecias de Ronnie. Los chavales no daban crédito de las locuras de aquel extraño individuo que hablaba de un modo incomprensible y que vestía de un modo extravagante, así que no tardaron en grabarlo en plena acción y subir los videos a la red. Aquellos videos pronto se convirtieron en los más vistos de aquella temporada.

Un buen día un estudiante de arte de la facultad de El Hoyo reconoció en uno de estos videos al famoso artista Ronnie Cuchillo, comunicándoselo a todos sus compañeros de inmediato. La comunidad artística no tardó prácticamente nada en hacerse eco de estos documentos creyendo que se trataba de una nueva propuesta artística del genio de El Hoyo D.F. Gran cantidad de revistas especializadas dedicaron grandes espacios al análisis de esta nueva propuesta artística coincidiendo todas ellas en lo arriesgado, sugerente e interesante de la misma. La vuelta al primitivismo parecía ser una crítica al estado actual de las cosas, la invención de un nuevo lenguaje una renuncia al pasado y una mano tendida hacia el futuro, lo cual se podía comprobar además en el empleo de las nuevas tecnologías para dar a conocer su nueva propuesta. El haber provocado que unas segundas personas fueran las que difundieran el documento, sin tener aparentemente él tener nada que ver, también parecía abrir nuevos caminos en ese complejo mundo del arte. No había duda, nos encontrábamos ante una propuesta revolucionaría que indicará el camino de un nuevo mundo creativo.

Ronnie, ajeno a todo aquel revuelo, seguía solitario en su cabaña de los montes de Gruft tratando de comprender a Dios y de descifrar su lenguaje.

¡Run Ronnie Run! ¡Que el artisteo te persigue!


Gracias Hofmannsthal


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